Español del siglo XX

Porque ya una cosa es la poesía y otra cosa lo que está grabado en el alma mía...
Grabado, lugar común. Alma, palabra gastada. Mía... No sabemos nada. Todo es conforme y según.
Fotografías y pensamientos.
Porque ya una cosa es la poesía y otra cosa lo que está grabado en el alma mía...
Grabado, lugar común. Alma, palabra gastada. Mía... No sabemos nada. Todo es conforme y según.
Vino, sentimiento, guitarra y poesía, hacen los cantares de la patria mía... Cantares... Quien dice cantares, dice Andalucía.
-
-
-
-
-
-
-
A la sombra fresca de la vieja parra, un mozo moreno rasguea la guitarra... Cantares... Algo que acaricia y algo que desgarra.
La prima que canta y el bordón que llora... Y el tiempo callado se va hora tras hora. Cantares... Son dejos fatales de la raza mora.
No importa la vida, que ya está perdida. Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?..
-
-
Cantares... Cantando la pena, la pena se olvida.
Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte; ojos negros, negros, y negra la suerte. Cantares... En ellos, el alma del alma se vierte.
Cantares. Cantares de la patria mía... Cantares son sólo los de Andalucía. Cantares... No tiene más notas la guitarra mía.
Él vino en un barco de nombre extranjero,
lo encontré en el puerto un anochecer
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.
Era hermoso y rubio como la cerveza;
el pecho tatuado con un corazón.
En su voz amarga había la tristeza,
doliente y cansada, del acordeón.
Y entre dos copas de aguardiente
sobre el manchado mostrador
él fue contándome entre dientes
la vieja historia de su amor:
Mira mi brazo tatüado
con este nombre de mujer.
Es el recuerdo del pasado
que nunca más ha de volver.
Ella me quiso, y me ha olvidado,
en cambio, yo no la olvidé,y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.
Él se fue una tarde con rumbo ignorado
en el mismo barco que lo trajo a mí,
pero entre mis labios se dejó olvidado
un beso de amante que yo le pedí.
Errante lo busco por todos los puertos;
a los marineros pregunto por él,
y nadie me dice si está vivo o muerto
y sigo en mi duda, buscándolo fiel.
Y voy sangrando lentamente,
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga mi dolor.
Mira tu nombre tatüado en la caricia de mi piel, a fuego lento lo he marcado
y para siempre iré con él. Quizá ya tú me has olvidado, en cambio, yo no te olvidé, y hasta que no te haya encontrado sin descansar te buscaré.
Escúchame, marinero,
y dime: ¿qué sabes de él?
Era gallardo y altanero,
y era más dulce que la miel.
Mira su nombre de extranjero
escrito aquí, sobre mi piel.
Si te lo encuentras, marinero,
dile que yo muero por él.
Volverán del amor en tus oídosl
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se venera a Dios ante su altar,
como yo te he querido...,
desengáñate: ¡así no te querrán!
Por el camino recto y amparado
por riberas de trigo adolescente,
ibamos juntos, cada cual ausente,
juntos en otro reino entresoñado.
El aire vagamente atormentado
consolaba la niebla del poniente
desordenando luz sobre tu frente
y vistiendo tu paso aligerado.
Loca y grave, con voz de primavera,
la palabra en tus labios extrañada
citó al amor para su sed primera.
Y brotaste de ti, como una espada
desnuda, repentina, verdadera,
como yo te vivía y te pensaba.